UNIÓN

domingo, 26 de diciembre de 2010

Las Drogas ante la sociedad


La drogadicción es un grave problema social. El adolescente, su familia, amistades y la comunidad donde se desarrolla este son los principales perjudicados por esta actividad. El que cerca de 200 mil drogadictos mueran al año en el mundo indica el preocupante aumento en el número de personas que ingieren drogas ocasionalmente o que ya son adictos y que están fuertemente influidas o relacionadas con el aumento de la violencia social y la comisión de delitos. Existen muchos ejemplos para hacer evidente el peligro social que representan las drogas, y que permiten afirmar con absoluta certeza que, por un lado la sociedad esta jugando un papel protagónico en la influencia sobre los adolescentes, y por el otro que es la misma sociedad quien con su apatía discrimina, corroe y humilla a los adolescentes que necesitan de su apoyo y
limitan en sus capacidades para desarrollarse íntegramente.
En las teorías de la ecología social, que interpretan la ciudad como un marco ecológico en el que la lucha por el espacio acarrea conflictos sociales y un cierto nivel de desorganización social, el consumo de drogas se inserta en aquellas zonas urbanas donde la desorganización social es predominante y tiene la característica de
Una conducta aprendida. Robert Merton, a partir de su clásica definición de la anomia, genera un cambio sustancial en la consideración de la desviación. En su planteo, la conducta desviada es la respuesta "normal" a ciertas presiones sociales y no como aparecía en épocas anteriores, debida a la irrupción de impulsos biológicos o de instintos mal reprimidos por socialización deficiente. Para ello señala dos elementos constitutivos fundamentales:
a) la estructura cultural;
b) la estructura social. En la estructura cultural pueden distinguirse las metas o aspiraciones, socialmente institucionalizadas, que respetan una ordenamiento basado en prioridades; y los medios, que establecen las formas legítimas para conseguir las metas. Sintetizando su pensamiento, Merton explica que "mi hipótesis central es que la conducta anómala puede considerase desde el punto de vista sociológico como síntoma de disociación entre las aspiraciones culturalmente prescritas y los caminos
socialmente estructurales para llegar a dichas aspiraciones”.
El consumo de drogas sería para la teoría mertoniana, ejemplo típico de las teorías de alcance medio, por una parte una respuesta normal a determinadas presiones sociales y por la otra, una respuesta de tipo adaptativa frente a metas-éxito culturalmente definidas y medios institucionales insuficientes para alcanzarlos. Esta conducta tendría entonces la característica, sea por renuncia o por retraimiento, ante las presiones y exigencias sociales. En definitiva, los desviados de esta categoría "configuran una cultura, un modo de vida organizado alrededor de la droga que legitima su status". La crítica básica que se puede hacer a estas teorías es que no todos los usuarios de drogas responden al modelo explicativo. Uno de los temas más urticantes al fin del siglo es el de las drogas y la consideración judicial, tanto del tema como de los adictos a ellas. Desde el flagelo a la lacra social, una amplia gama de palabras sirven también para vehiculizar valores, apreciaciones y concepciones, se han utilizado para condenar, sancionar, absolver, predicar, denostar, tanto a las substancias como a sus consumidores.
Asimismo, es válido preguntarse qué ha sucedido en esos procesos, en los cuales la búsqueda del escape reemplaza a otras búsquedas y acompaña nuevas pérdidas. Superada la discusión sobre los agentes socializadores y reconocida la importancia de los medios masivos de comunicación social, sobre todo la televisión, pareciera que uno puede preguntarse cual es el mensaje a internalizar. Descreimiento, quiebra de los sistemas familiares tradicionales, engaños, muertes, asesinatos, tortura, inutilidad de las vías usualmente reconocidas de movilidad social e incapacidad de protección de los derechos ciudadanos, ocupan en forma excluyente la mayor parte de las horas/promedio diarias que los niños y jóvenes pasan frente al televisor. Generalmente comparten con sus connacionales y el resto del mundo el mismo producto enlatado que, si refleja algún sistema cultural, seguramente no es el propio. La sociedad española de estas décadas parte de unos hábitos de consumo de tabaco y alcohol culturalmente aceptados que forman parte del ritual de las relaciones entre las personas y son bastante admitidos en el ámbito familiar. Paulatinamente se van incorporando nuevas drogas entre grupos más amplios de la población y es desde 1965 cuando se comienzan a observar hábitos de consumo de cannabis y sus derivados, así como alucinógenos y estimulantes como las anfetaminas y posteriormente la cocaína. Ante estos nuevos consumos, la tolerancia social comienza a desaparecer y se produce una primera alarma, porque se perciben como una nueva
forma de contestación.
Además suceden tres factores que incrementan esta alarma:
• Una crisis cultural, ya que los nuevos consumos parecen estar revestidos con una etiqueta de modernidad.
• La sociedad española percibe en crecimiento del problema de las drogas y se sorprende de las nuevas drogas y formas de consumo, adoptando una visión catastrofista del fenómeno.
• La aparición, a finales de los 60, de la heroína, una sustancia con unos efectos diferentes a los conocidos hasta ese momento, con una vía de consumo parenteral y que se extiende de forma alarmante en los ambientes más pobres y marginados de la sociedad española. Por estos motivos se produce una importante alarma social y una gran confusión sobre las actuaciones de elección para abordar la situación de los los consumos de drogas en la sociedad española.

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